La última librerÃa de Londres by Madeline Martin
autor:Madeline Martin [Martin, Madeline]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-06T00:00:00+00:00
Trece
Grace se detuvo frente a la casa bombardeada de Clerkenwell Road y notó el ardor en los músculos de las piernas provocado por la carrera. Ya no se veÃa la dirección entre los escombros de lo que otrora fuera un hogar, pero sà que distinguió los dos números situados a cada lado lo suficiente para identificar el número de la casa que faltaba. Porque aquel número estaba vinculado en su cabeza a un apellido concreto, repetido por el señor Stokes tres veces por semana en varios intervalos durante cada guardia.
El señor y la señora Hews, una pareja de ancianos, habÃan vivido en esa casa desde que se casaran hacÃa casi cincuenta años. El señor Stokes solÃa mencionar la afición de la señora Hews por el chocolate y contaba que, cuando era pequeño, ella siempre llevaba un pedazo exclusivamente para él.
Los pasos del señor Stokes se detuvieron al aparecer junto a ella.
âSeñora Hews âsusurró con expresión sombrÃa mientras contemplaba los escombros.
âEstaban en el refugio âdijo Grace. Recordaba los nombres de la lista que habÃa confeccionado a medida que la gente entraba por la puertaâ â. Señor Stokes, están a salvo.
âMe alegro ârespondió él con gesto afirmativoâ â. Menos mal. Me alegro.
Se pusieron manos a la obra, sofocando con sus bombas de mano las pequeñas llamas que resplandecÃan entre los escombros, antes de continuar con la ronda por el resto del sector. Conforme avanzaba la noche, fueron cayendo más bombas, pero ninguna en su radio de vigilancia. La mayor parte de la noche la pasaron barriendo los cristales rotos de las calles circundantes en las que habÃan estallado todas las ventanas, y en un momento dado tuvieron que perseguir a unos saqueadores que se habÃan colado en la propiedad de los Hews.
El señor Stokes se quedó a esperar al señor y a la señora Hews cuando sonó la sirena que indicaba que estaba todo despejado, pensando que serÃa mejor que fuese él quien les diera la fatÃdica noticia. Fue difÃcil ser testigo de su dolor. Al fin y al cabo, el orgullo de una mujer era su hogar, y la señora Hews habÃa invertido toda una vida de trabajo en aquella bonita casa adosada con lombardas en los maceteros donde antes crecÃan geranios.
Pero al final no fueron solo Grace y el señor Stokes quienes se quedaron después de la sirena para ayudarlos a encontrar algo que pudiera salvarse entre los escombros. Los habitantes del resto de las casas de la hilera se sumaron también, asà como vecinos de otras calles colindantes. Ignoraron sus propias ventanas rotas, sus puertas desgoznadas, con tal de ayudar a aquellos cuyo sufrimiento superaba al suyo propio. Eran una comunidad unida por la pérdida.
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